jueves, 12 de diciembre de 2013

Él siempre había sido muy detallista.
Incluso ahora, mientras ella tenía los ojos abiertos por el asombro, sonaba su canción favorita.
Él incluso tenía la delicadeza de acompañar las cuchilladas con el ritmo de la música, creando una melodía perfecta ilustrada por los ríos de sangre que de ella brotaban.
Es una lástima que después, ella no fuese tan considerada con él.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Mi reino está en mi sombra...*

Es extraño cuando dicen algo y no sabes si tomarlo como un halago o un insulto.

"Y cuando creo que ya te conocí, cambias todo"
La última vez que escuché eso, arrancaba briznas de pasto y procuraba no mirar hacia dentro.

No sé como pensar bien. Parece que tengo embotado el cerebro.
Era muy desgraciada porque sólo sentía desesperación, pero elegí sentir desesperación en lugar de no sentir nada.
Me equivoque otra vez?

No quiero pensar. No en eso.

La madrugada está muy fría. Entume los dedos. Y es curioso, porque apenas estamos iniciando el invierno, quizá esto pronostique que será muy crudo.
Pero no soy experta en climas.
Quiero escribir una historia, pero no sé sobre que.
Bueno, que salga lo que salga.

Había una vez, una niña pequeña. Era común y corriente, pero le encantaba mentir.
Claro que ella no lo veía como algo malo. Para ella era emocionante imaginar y vivir cada una de las mentiras que decía.
Pero a sus papás no  les agradaba, le decían que era mala, fea y que si seguía mintiendo, nadie más la iba a querer.
La niña guardaba silencio cuando la regañaban y fijaba su mirada en el rostro de sus padres, pero en lugar de ver esos mohines de disgusto se imaginaba cosas. Y luego, cuando sus papás no la oían, las decía.
Primero intentaba decirlo con sus amiguitos de la escuela, pero las profes la regañaban y como no obedecía, le decían a sus papás y ellos volvían a reprenderla. Después intento hacerlo con los vecinos, pero eran mayores y no le creían nada, se burlaban de ella y ella estaba triste cuando regresaba a su casa, por lo que sus papás no le permitieron seguir jugando con sus vecinos. Como no tenía a nadie más con quien hablar, porque era hija única, empezó a hablar en su cabeza.
Y así paso el tiempo. Ella hablaba consigo misma. Había días enteros en que su voz interior era lo único que realmente escuchaba, los ruidos de los demás empezaron a parecerle sonidos de fondo, como esos que escuchas mientras platicas con alguien en la calle o en un restaurante.
La pequeña niña creció y como todo lo que necesitaba decir y escuchar era a ella misma y no se aburría nunca porque su imaginación era más grande que todas las bibliotecas del mundo, fue feliz cuando una epidemia mato a casi toda la población dejando que por fin, pudiera oírse con claridad.


*Entre perro y lobo, Olga Orozco.