Es difícil darte cuenta de que las cosas no siempre marchan bien y es difícil aceptar que hay veces en que no puedes cambiarlas porque no son problema tuyo.
También me he sentido muy cansada, eso es uncool, pero espero que pronto pase y que se deba solo a que me faltan vitaminas o algo por el estilo.
Mi madre me dijo que necesito ver a un psicólogo porque pienso con frecuencia en la muerte y que eso no es normal en una jovencita y que las vacas no vuelan si no van en un avión o en algo así.
Ok, tal vez sea cierto que necesito ir con un psicólogo... No, no necesito un psicólogo, necesito un psiquiatra, que no es lo mismo.
Ya no creo estar destinada a nada espectacular y eso me hace daño porque en el fondo creo que sí estoy destinada a muchas cosas grandiosas pero que no las lograre por mi estupidez.
Alguien me ayuda y me dice que puedo hacer con mi pseudo-vida?
No quiero ni creo que pueda dar un paso y ser famosa o conocida o admirada o apreciada, bien sé que eso requiere trabajo duro y constante pero la verdad ya no sé qué trabajo puedo hacer para lograr lo que tengo que lograr.
Soy contradictoria en muchos sentidos.
Ahora cambiare de tema porque hay algo que quiero contarles;
He estado leyendo "Murciélagos" de Gustav Meynrink, y ya sea debido a mi actual estado de ánimo o a que en verdad es de los libros que sacian tu mente con largueza, lo recomiendo con mucha sinceridad.
El cardenal Napellus es un cuento formidable, o bueno, una historia jenial.
Les dejo un pequeño fragmento para que se hagan una idea y decidan si leerlo o no (:
- A usted la ciencia le importa tan poco como a mí, profesor - le dijo a Eshcuid, y sonó como una interpelación - . ¿Por qué no llama a las cosas por su nombre? Para nosotros la ciencia no es más que un pretexto para hacer algo, cualquier cosa, no importa qué; la vida, la terrible, despiadada vida, ha marchitado nuestras almas, nos ha robado nuestro propio yo, y entonces, para no estar gritando siempre de dolor, andamos detrás de de caprichos pueriles para olvidar lo que perdimos. Para olvidar, nada más que para eso. ¡No nos engañemos a nosotros mismos!
No sé si duele más abandonarse a si mismo o darse cuenta de que uno nunca valió la pena.