martes, 26 de junio de 2018

I tried to write your name in the rain

But the rain never came


Estoy comiendo una manzana mientras escribo esto, sentada al lado de una ventana que deja entrar rayos de sol. Puedo escuchar la respiración tranquila de Parsi y, si estiro un pie, siento su cuerpo suavecito y tibio.
Me gusta estar tranquila. Me gusta que mi vida sea simple.

En la entrada anterior escribí que de años pasados sólo me queda la rabia. No sé si es rabia pura o está mezclada con disgusto. Y me queda porque nada es como quisiera que fuera. El mundo no es como quisiera que fuera. La realidad no es como debería ser, al menos en mi cabeza.

Regresé ayer de un fin de semana en una ciudad chiquita de Puebla, fui a visitar a mis tías. Las extrañaba mucho. Antes pasaba casi todas mis vacaciones allá, con mi abuelo. A él lo extraño todos los días, pero agradezco ya no soñar con él. Su ausencia la sentí bien fuerte cuando estuve allá. Él solía estar en la terminal de autobuses; cuando mi hermano y yo llegábamos él ya estaba esperando. 
Nos quería mucho. Se le notaba en la voz. Su tono cambiaba cuando hablaba con nosotros.

En las vacaciones de antes, seguíamos rutinas. Levantarnos temprano a ayudar con las vacas, a hacer queso, a vender leche. Después salíamos un rato, quizá al centro a hacer recados con alguna de mis tías o con ambas. Comíamos helado en la misma heladería siempre. Mi favorito era el de chocolate. A veces íbamos a un balneario. O al zoo.

Mis tías son personas de risa fácil. Ríen "como si nadie las hubiera lastimado antes". Me gustan sus risas aunque siempre sean muy altas. Es como si quisieran apagar con sus risas el silencio en el que estoy sumida la mayoría del tiempo.

Está vez, de camino allá, pude ver los volcanes muy claramente. El Popo tenía nieve y el Izta era gris oscuro. El cielo se veía muy muy azul. Me dijeron que había llovido muy fuerte toda la semana, pero cuando yo estuve, sólo vi llover una vez y fue en la autopista.

Mis tías están casadas ahora y tienen hijitos. Mis primos son graciosos. Me gustaba escucharlos platicar sobre las reglas de los juegos que estaban inventando. Hacía varios años que no iba a esa ciudad.

Salí de noche con mis tías y uno de mis tíos políticos. Ellas no me llevan ni diez años de edad, por lo que podría ser su hermana menor. Dicen que debo salir más y ser más extrovertida. Les extraña que no salga mucho de antro o de viajes de fin de semana, como ellas hacían cuando tenían mi edad.

Mi abuelo era muy estricto, pero ellas lo hacían de todas formas. Cuando mi abuelo enfermo, ellas seguían haciéndolo, pero con muchísimo más disimulo. Me alegra que lo hayan hecho. Era una forma de lidiar con todo eso.

Siento que todo es más pesado aquí. Más real también. Pero hasta estar despierto es más pesado. Las prisas, la competencia, todo eso que es tan normal para mí no tiene nada de sentido para otras personas a unas horas de distancia.
Eso me enoja. No se suponía que yo me fuera a neurotizar con esas cosas de adultos. De repente me cae el veinte de que ya soy un adulto pero sigo sin tener ni idea de lo que significa -aparte de estar estresados todo el tiempo por cosas tontas y de no mojarse cuando llueve-  y me siento como intrusa. 
Es estúpido, no estoy suplantando la identidad de nadie, sigo siendo yo, no sé si soy quien todos esperan que sea, es más, no sé si soy quien yo suponía que debía ser (pero no lo creo porque cuando era joven jamás imagine nada de lo que pasa ahora, ni otro cosa, sólo no perdía tiempo imaginando el futuro), pero me gusta la tranquilidad de mi vida.

El otro día le decía a Dion que temía que fuera egoísta por sentirme así, se supone que Dios te exige hasta límites incómodos, que no te deja zona de confort alguna, porque Su obra necesita que soportes de todo para acercarte a Él. Pero me siento cerca a Él ahora.
Supongo que debo tomarme más en serio el hacer un examen de conciencia diario.

Respecto a la maestría, no sé, aún no me siento todo lo emocionada que debería. Pasa algo raro, nadie me ha felicitado con la efusividad que esperaba. Quizá creí que era más importante haber logrado entrar de lo que en realidad es. Sarah dice que es porque ya todos sabían que lo lograría. Hombre, es que ni yo lo sabía. En verdad los otros tienen más fe en mí que yo misma?



Ni siquiera quiero releer la entrada. Siento que todo está revuelto, pero hey, para eso es este espacio, para poner todo lo que se me ocurre. 

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